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El mercado

  • Publicado el

    07 de julio de 2014

En los años 50 el mercado era un centro de encuentro de las personas, que iban no sólo para hacer sus compras, sino también para intercambiar noticias, tanto locales como foráneas. Muchas veces se acudía al mercado también en busca de un trabajo.

En numerosos barrios de Valencia funcionaban ya mercados de relativa importancia: Mosén Sorell, Serranos, Ruzafa, Jerusalén, Colón, el Cabañal …

Eran unos años donde se empezaba a salir de la posguerra y aún había escasez de muchos alimentos en el mercado. Normalmente as personas hacían la compra diariamente, ya que conservar los alimentos era un problema en la mayor parte de las casas, no había neveras. Los puestos no tenían que ver con los que hay en la actualidad, especialmente los de carnes, embutidos y pescados. Y qué decir de cómo se manipulaban los alimentos!… Fina recuerda que los carniceros no usaban el guante metálico para cortar la carne y que las piezas de carne estaban expuestas sobre el mostrador, sin ningún cristal que los separara del público, y que el papel para envolver en algunas paradas de fruta, verdura o de granos, era de periódico, ni tan siquiera de estraza…

Los artículos que se vendían en los puestos eran productos de temporada, todo estaba recién llegado directamente de la huerta, de las barcas de pesca o del matadero municipal. A nadie se le pasaba por la cabeza que se pudieran comprar cerezas o fresas fuera de temporada. Los productos eran de primera necesidad, había muy poca variedad. Sólo llegaban “algunos productos especiales” en fechas tan señaladas como la navidad, el mercado en esas fechas se engalanaba de forma especial , era el momento de hacer un extra para las comidas en esos días de reuniones familiares.

En los alrededores del mercado hasta avanzados los años sesenta era frecuente observar en las calles unos corrillos de gente que se formaban en torno a la figura de quien era conocido como “el charlatán”. Vendedores ambulantes con una verborrea especial que ofrecían peines, crece pelos, relojes, carteras de bolsillo, navajas, maquinillas y hojas de afeitar y un extenso surtido de productos que gracias a la forma de ofertarlos los hacía apetecibles. También era muy normal la venta ambulante en las zonas más alejadas del mercado, era muy habitual ver a gente vendiendo pescado, “arrop i talladetes” o leche!!!

Fina recuerda que nació y vivió junto al Mercado Central de Valencia y dice de él que “Es uno de los lugares más privilegiados y el orgullo de Valencia.” Además la droguería de la lonja era de su padre. Lola y Enrique hacen referencia ala “Cotorra del Mercat Central”, coincidiendo en que la veleta es una clara alusión a la enorme y alegre algarabía comercial del mercado y a la tradicional verborrea de los vendedores y también, como no, a los cotilleos que se producían y se producen en estos lugares de encuentro.

Hoy en día el ambiente del mercado es muy distinto al de los años 50. Los supermercados le han robado ese protagonismo. Aunque hay que decir que poco a poco se intenta recuperar esa tradición, comprar en el mercado, además de un regalo para la vista, el olfato y el gusto, es una oportunidad de conversar con los comerciantes e incluso con los otros clientes.

 


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